Queridos amigos/lectores.
Muchos han sido los halagos y esto hace que me plantee seriamente qué contar en esta ¿esperada? segunda entrega… hoy he encontrado el motivo para volver a levar anclas en mi mente y revivir de nuevo este viaje en mi interior. Hoy hablaremos de eso… de partir.
Quienes me conocen saben que he vivido toda mi vida aquÃ, en el sur, muy cerquita o incluso últimamente en la propia ciudad de Sevilla. Sin embargo, los que me conocen un poco más saben también que una parte de mi vida ha transcurrido «virtualmente» en Barcelona.
Allà tengo una parte de mi familia paterna, un gran número de amigos y sobre todo muchas horas de vida en viajes a la ciudad Condal en busca de mi amor. Si Sevilla fue mi fiel y amada esposa, Barcelona la podrÃamos considerar como mi apasionada amante.
Mi primera visita fue en el año 95 en busca de mi amigo Eduardo, que en aquellos dÃas buscaba su rumbo por otros Continentes (aunque estaban en la propia Barcelona), y de una felicidad que para mi habÃa hecho aguas ese fatÃdico año. Barcelona fue un poco mi chaleco salvavidas, mi linea de vida para no perderse en el mar, como lo han sido sus barcos para algunos entrañables amigos que he conocido en este viaje y de los que otro dÃa hablaré.
Después otro escarceo en el año 98 con otra nueva vida casi por estrenar y luego, en el 2000, mi nena decidió irse a probar suerte por aquellas tierras… y asà hicimos un poco más rica a Iberia, porque yo me quedé aquÃ… y por qué no decirlo, también a nuestra alma que se impregnó de las cosas buenas que se pueden encontrar en Cataluña. Que pena que determinados inútiles se empeñen en separarnos…
Hace como 3 años y pico dejamos aquella tierra para volver a asentarnos aquà de nuevo en el sur. Desde entonces sólo he vuelto un par de veces a aquella preciosa ciudad… y siempre que he vuelto, con una agenda tan apretada como todo aquél que vuelve «a casa por Navidad» y tiene una lista interminable de cosas por hacer. Partir aquél dÃa con media vida en el maletero del coche y 1200 kms por delante fue durillo, sobretodo para ella. ¡QUE VALOR TUVO!
Volviendo al presente, el viaje que mi amigo me ofrecÃa esta vez tenÃa un montón de alicientes (y me daba bastante respeto, todo hay que decirlo) pero uno muy importante era partir de nuevo desde la noble ciudad. Volver a ver a «la señora».
… y volvà a aterrizar en el Prat, y a coger un de esos taxis negros y amarillos, a pasar junto a la montaña de Montjuic con sus nichos y sus carreteras, y a llegar a los pies de las torres ***** (publicidad no, gracias) del puerto olÃmpico… y a respirar aires que bajaban desde el vallés… y a ver el Mediterraneo de Serrat (verlo desde el avión fue espectacular, como siempre).



Desgraciadamente, esta vez el viaje era muy distinto, pues la agenda ni siquiera permitÃa salir del puerto a ver a los amigos…
… pero sin embargo, una vez más volvà a sentirme allà como en casa, aunque fuera para dormir en un barco con mar de fondo (el primer dÃa lo pasamos en puerto). Allà volvà a conocer de nuevo a gente encantadora (esta va por Atlántida e Itaca). Allà el mar de nuevo me miraba como otras veces, solo que esta vez me dejarÃa seducir por él.
Finalmente, el dÃa 1 por la mañana largamos amarras del Port Olimpic y una vez más Barcelona quedó allà atras… despidiéndome desde esa carpa plateada junto al puerto donde hace ya tantos años comà el dÃa que me despedÃa de mi amigo Eduardo y lo dejaba también allÃ.
… y es que aunque el Sur también me reclamaba, una vez más dejaba allà un trozo de mi vida.

VolvÃa a poner proa hacia el desconocido futuro, en este caso con millas en lugar de kms y con mucho menos equipaje. A estar seguro de querer afrontar las nuevas olas del mar, aunque fueran más inseguras y menos confortables que la firme tierra que dejaba en la orilla.
Una vez más me vuelvo a acordar de todos aquellos marineros que tantas veces han tenido que partir ¿Que recurrente, verdad? Y sin embargo no por ello menos falto de valentÃa por su parte y ahora de respeto por la mia.
Dicen que partir es morir un poco… dicen que el tiempo no pasa en vano y que las cosas cambian aunque no estemos presentes para vivirlo, sin embargo el corazón de los árboles mas robustos permanece fuerte e inalterable a pesar del paso y las inclemencias del tiempo.
Asà permanecerá mi querida amiga Barcelona, aunque los años pasen y los kilómetros nos separen.

Hasta pronto, señora!!!
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